lunes, 19 de octubre de 2009

A propósito de Tamudo (II)


Y entonces llegó la temporada 2007-2008. Con la herida reciente de la derrota de Glasgow (¿qué otra ciudad hubiera podido ser si no?) en la final europea ante el Sevilla, el ya veterano Tamudo, rondando la treintena, iniciaba el campeonato como un tiro y ponía al Espanyol de Valverde en puestos de Champions. Y por si fuera poco, le metía a Casillas un golazo de vaselina que hacía soñar a la afición perica con imposibles que parecían no serlo tanto. Tamudo era la guinda del pastel de un equipo que, por primera vez en mucho tiempo, jugaba de maravilla.



Mientras la prensa nacional alineada hacía hueco en sus portadas para descubrir tarde, injustamente y a destiempo la calidad del capitán espanyolista, España se jugaba el billete para la Eurocopa en un partido crucial a cara o cruz en Aarhus, ante Dinamarca, rival directo. Pese a todo, pese al extraordinario estado de forma de Tamudo, éste no contaba para los planes de Luis Aragonés, que hasta la fecha tan solo había echado mano de él en amistosos. Y como si de fichas de dominó se tratase, horas antes de la batalla de Aarhus caían lesionados Torres y Villa, los indiscutibles arietes españoles. Y Luis llamó a Raúl, a Raúl Tamudo, claro. Se repetía la historia: otra vez Tamudo llamado a filas, sin tiempo para digerirlo, para sacar las castañas del fuego. Y como la historia se repite, decíamos, marcó Tamudo, abrió la lata y España se metió en la Eurocopa.



Y hasta ahí el clímax. De repente, cuando Tamudo en su madurez parecía destinado a liderar a un Espanyol de Champions y a formar parte, por derecho propio, de la Selección que a la postre ganaría la Eurocopa, se lesionaba gravemente de un hombro. Coitus interruptus para Tamudo en el momento más dulce, en plena luna de miel futbolística. Y ya nunca volvió a ser el mismo. De alguna manera, parecía escrito. Tamudo, como símbolo perico que es, personifica como nadie el espíritu blanquiazul. Es, como el escudo, la pelea en la adversidad, la lucha contra los elementos, la felicidad interrumpida del espanyolista, la rabia acumulada y la convicción de que el destino siempre nos debe una. La plena seguridad de cobrarse la factura de la victoria pendiente como modus vivendi.
Por todo eso y por muchas otras razones vivimos atónitos e incrédulos al desamor entre Tamudo y el Espanyol. Por todo eso y por mucho más se nos anuda el estómago a los pericos a propósito del ‘affaire Tamudo’. Por todo eso y por mucho más sentimos que no, que no siempre se rompe el amor de tanto usarlo y que hay historias que viven para siempre, en forma de llamarada o de rescoldos. Por eso y por mucho más ni Tamudo merece un mal final ni nosotros, los aficionados, lo merecemos. Porque hasta ayer, Tamudo había llorado públicamente tres veces: Al irse rumbo a Glasgow a su pesar, al salvarse dramáticamente del descenso en la noche del gol de Coro y al perder, en los penaltis, la UEFA de 2007. Nada hace pensar que Tamudo esta vez no llore por amor a sus colores. Tamudo quiere querer al Espanyol y nosotros, el Espanyol, ni sabemos ni queremos no quererle.

1 comentario:

  1. Es una pena lo de Tamudo,sinceramente pienso que el culpable es su representante

    saludos desde futbol-diem.blogspot.com

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