domingo, 18 de octubre de 2009

A propósito de Tamudo (I)


Si afirmamos que la carrera del capitán espanyolista es tragicómica no estaremos descubriendo nada nuevo. Y si no me traiciona la subjetividad del perico y digo que es, al mismo tiempo, épica, no creo mear fuera de tiesto. Repasemos: Debuta en el primer equipo del Espanyol en la Semana Santa del 97 en Alicante. Ese Espanyol de Flores –en su primera temporada ejerciendo de bombero blanquiazul-, con el agua al cuello y con la amenaza del descenso acechando en el año en el que demolerían Sarrià, era el lugar menos propicio posible para que debutara un chaval. Y ese joven al que en su día rechazaron en Can Barça por bajito y rechoncho, debutó ante el Hércules, que por si fuera poco, era rival directo de los blanquiazules. Y llegó y besó el santo. Salió en la segunda parte con el partido en tablas y marcó un golazo a la contra que daba el triunfo y aclaraba el ennegrecido paisaje blanquiazul.



Un par de cesiones después -en plan ‘mili’- en Vitoria y Lleida, aterrizaba definitivamente Tamudo con plenos derechos en el vestuario espanyolista, ya en Montjuïc. Dirigido por su mentor –Paco Flores- lideró con menos de 23 años al magnífico equipo que logró alzarse con la Copa del Rey del 2000, medio siglo después y en el año del Centenario del club. Y no lo hizo de cualquiera manera, aunque eso precisamente, las maneras, supondrían una travesía de casi tres años sin hablarse con su enemigo íntimo, Toni Jiménez, su querida víctima aquella calurosa noche valenciana:



Ese gol dio la vuelta al mundo y no eran pocos los ojeadores que frecuentaban la zona noble de Montjuïc para seguir los progresos de una generación de interesantísimos canteranos que llegarían a ser alguien en esto: Soldevilla, Capdevila, De Lucas, Lopo, Argensó, Morales o Sergio. Además de Tamudo, claro, la joya de la corona.La maltrecha economía del club le había empujado a aceptar una suculenta oferta del Glasgow Rangers, el equipo de los protestantes escoceses, escasas semanas después de ganar la plata con el equipo olímpico español en Sidney. Una bendita revisión médica fallida al poco de aterrizar en el aeropuerto de Lanakshire sirvió de redención perica. Aquél precoz aprendiz de referente volvía a casa, no fichaba por el Rangers y convertía las lágrimas vertidas en el aeropuerto de El Prat de su partida en un hilo invisible que le ataría por siempre a una afición carente de símbolos y en un mundo que, por cortoplacista y mercenario, no entiende de sentimentalismos.

Y ese delantero osado y autónomo que se fabricaba goles de la nada pese a vivir rodeado de mediocridad detrás, De la Peña aparte, que se las apañó durante diez temporadas seguidas para marcar, al menos, diez goles en Primera en el siglo XXI (nadie más lo ha hecho aún), no veía colmada su aspiración más deseada: ir convocado con la Selección española para una gran cita. Sus apariciones como delantero español no pasaban de testimoniales, poco más que las apariciones de flores de un día como Catanha, Mista o Salva Ballesta.De nada sirvieron sus brillantes y decisivas actuaciones que salvaban a su querido Espanyol del infierno, su determinante actuación en la conquista de una segunda Copa del Rey blanquiazul o su activa participación en el subcampeonato de la UEFA de 2007, de agridulce recuerdo para la parroquia espanyolista. Salvar a los pericos del temido infierno –por las consecuencias económicas, fundamentalmente- no le abrían al bueno de Raúl las puertas del cielo de la Selección. Entre medias, eso sí, dejaba al eterno rival sin título de Liga con dos goles históricos y en su propio estadio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario