Cabeza de ratón

Ya lo tenemos de vuelta. Porque que su sonriente rostro aparezca en nuestra sectaria prensa deportiva, es el primer paso.
Un añito ha durado su retiro dorado. Robinho no soporta a Mark Hughes, Hughes no comulga con sus ruedas de molino y el brasileño echa de menos el solecito peninsular entre las nubes de la gris Manchester. Y es que las 'camisinhas', estando moreno, lucen mejor bajo el sol que estando a resguardo.

Se fue para ser cabeza de ratón y ahora atarea a su representante para forzar su probable próximo desembarco en nuestra Liga, esta vez para defender, aunque sea un verbo un tanto generoso para un mercenario que por sonriente no deja de serlo, la camiseta azulgrana. Vamos, que ahora se arrepiente de su revolución celeste y pretende volver a ser cola de león en lugar de cabeza de ratón, aunque no sea exactamente así el refrán. Dicho de otra manera, abandona en su idea de brillar como primera espada en un club emergente para subirse al carro ganador desde la segunda línea de fuego.

Que Robinho tiene un talento natural para jugar a esto es una obviedad. Que sea lo suficientemente inteligente como para saber readaptar su juego según las necesidades del club al que pertenece, discutible.
El Robinho más desequilibrante ha sido un Robinho liberado, ajeno a todo encorsetamiento táctico, con libertad de movimientros tras la delantera, jugando a pocos toques y en equipos con rápida circulación de balón con un nivel técnico alto. Así destacó al lado de Diego en el Santos, por ejemplo. Y así destacó, también, en su emergencia madridista cuando jugó como segundo punta. Luego, los avatares del destino o la sempiterna titularidad de Raúl en esa posición, alejaron a Robinho del enganche anárquico para relegarle a la banda, donde el abuso de las individualidades, su excesiva conducción de balón, la mala elección de la jugada adecuada o su nula capacidad de trabajo, evidenciaban sus carencias hasta eclipsar sus muchas virtudes.

Potencialmente tiene nivel para jugar en el Barça y la filosofía de juego barcelonista se antoja ideal, casi utópica, para que el brasileño luzca su arsenal ofensivo partiendo como extremo izquierdo.
Incluso su especial carácter y su indisciplina podrían tener cura en manos del paciente Guardiola, que ya ha sido capaz de lidiar con casos similares en el vestuario culé.
Seguramente Guardiola sabría explotar toda la magnitud de recursos del brasileño y es más que probable que Pep supiera encajar al ex-madridista en el once sin que el equipo se resintiera, además de explicárselo detenidamente y con mimo al jugador.
Esa no es la cuestión. Ni el problema está en las botas de Robinho ni en la pizarra de Pep.

El problema está en la cabeza de Robinho. ¿Sabría éste reinventarse y potenciar su juego rápido, más colectivo y asociativo por encima del propio lucimiento personal? ¿Se lo iba a permitir su ego? Porque sí ha sido el caso de Henry, que llegó como una figura mundial mucho más consolidada a Can Barça y al que no se le cayeron los anillos a la hora de readaptar su juego en beneficio del Barça en su globalidad.
¿Es ya Robinho un jugador lo suficientemente maduro, adulto y consciente como para asumir semejante reto? ¿Vería con buenos ojos saberse cola de león en un equipo donde, como mínimo, hay dos invididualidades más geniales que él (Messi e Ibrahimovic)? ¿Dispone Robinho de la suficiente inteligencia como para aprovechar la oportunidad azulgrana que se le puede presentar si el jeque acepta su venta? Creo que no se va a ver en su carrera en una igual. Lo veremos próximamente. Personalmente no lo creo. No creo que Robinho tenga ni la inteligencia ni la humildad para ello.